viernes, 29 de diciembre de 2017

De roles y juguetes

En estas fechas tan señaladas en las que Papá Noel y los Reyes Magos tienen tanto trabajo por hacer, quisiera escribir esta entrada para que no se olviden de una serie de detalles de vital importancia para construir una sociedad más justa e igualitaria. 

Y es que, visto que muchos anunciantes, diseñadores de catálogos de juguetes, restaurantes de comida rápida y demás personas participantes en esta sociedad siguen insistiendo en establecer diferencias entre niños y niñas a la hora de jugar y, por lo tanto, diferencias a la hora de ser, no podemos dejar de insistir en lo necesario que resulta trabajar, desde edades bien tempranas, el romper todos estos mitos y estereotipos de género que desde hace tanto tiempo venimos arrastrando.

Porque, al fin y al cabo, el juego no es sólo un entretenimiento, también es el medio del que disponen niños y niñas para relacionarse con la realidad que les rodea, de acercarse a ella, de interpretarla, de hacerla suya y de aprender, y en este proceso ni niños ni niñas se plantean, de forma natural, si el juego que realizan es adecuado o no al rol que su genero se supone que debe desempeñar en la sociedad.

Sin embargo, ya para eso estamos las personas adultas, para perpetuar, de forma consciente o inconsciente, unos valores asociados a cada uno de ambos géneros, donde las chicas deben ser dulces, esbeltas y delicadas como princesas indefensas que dependen de un varón o como amas de casa entregadas al gustoso cuidado de los hijos y del hogar, mientras que los chicos deben ser fuertes y dominantes como intrépidos héroes aventureros que rescatan doncellas o como formidables deportistas de cuerpo atlético y grandes entendidos en el mundo del motor. 

El problema de todo esto es que niños y niñas terminan asumiendo como propios y como algo natural los cánones impuestos, rechazando cualquier juego o juguete que se salga del patrón e incluso atacando al niño o niña que le gusten los juegos atribuidos al género opuesto o muestre unas emociones no propias de su rol, hecho que les va marcando en su crecimiento y que luego desemboca en actitudes sexistas y machistas (incluso por ambas partes) que tan desastrosas consecuencias terminan por acarrear. 

Es por todo ello que, en los tiempos que corren, donde parece haberse encendido por fin una importante mecha de conciencia al respecto, insistamos en la coeducación y en la práctica de la llamada pedagogía queer desde el ámbito que nos corresponde como profesionales de la enseñanza y como miembros de esta sociedad, para así contrarrestar el creciente efecto adverso que está provocando en nuestros jóvenes la falta de control en la red o la ausencia de toda moral en televisión a cualquier hora del día.

Por suerte, ya se ha encendido una mecha, y ya se ven algunos ejemplos palpables en estas fechas en los que los juguetes son anunciados sin distinción. Sin embargo, queda aún mucho trabajo por hacer de cara a seguir derribando barrera y rompiendo prejuicios. En nuestra mano está seguir luchando por marcar la diferencia: la diferencia de no diferenciar.



¡Felices fiestas y feliz año 2018!

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