domingo, 18 de diciembre de 2016

Necesidades Educativas no tan Especiales

A principios de este mes se celebró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, día que, aunque necesario por la visibilidad que le da a este colectivo, se queda corto al seguir poniendo el acento en el déficit y no en fomentar entre todos una inclusión plena.

El problema es que nuestra sociedad en estos términos sigue basándose en dos concepciones demasiado arraigadas que conviene solventar para seguir avanzando: el enfoque clínico por el cual nos centramos más en la persona y su diagnóstico que en el desarrollo de su potencial bajo un enfoque interactivo entre ésta y el entorno, y la caridad cristiana que, pese a sus buenas intenciones, se queda corta al realizarse de manera vertical y puntual, en lugar de horizontal y constante como es el enfoque que proponen los conceptos de equidad y solidaridad.

No obstante, todos los que nos dedicamos a trabajar con estos colectivos sabemos que, en términos educativos, el concepto de alumno con deficiencia ha ido evolucionando hacia el de alumno con necesidades educativas especiales, con el cual se busca promover una participación lo más plena posible, en función de cada circunstancia, en la escuela y en la sociedad.

Aún así, no siempre la realidad es tan maravillosa como se espera, y todavía queda mucho trabajo que hacer dentro de este ámbito.

Es por eso que, con esta entrada, quiero hacer una pequeña aportación, demostrando que las ya mencionadas "necesidades educativas especiales" no tienen por qué ser tan especiales. 

Me explico: Cuando empleamos este nuevo concepto, queramos o no, lo seguimos asociando en muchos de los casos al concepto de discapacidad, estableciendo ahí una barrera invisible que ya marca de antemano una diferencia entre estos chicos y chicas y el resto, sin darnos cuenta de que todos y todas somos diferentes, y que todos y todas tenemos necesidades que a menudo la escuela se olvida de cubrir.

Porque cuánto más concienciados estemos de que todo el conjunto del alumnado presenta una serie de necesidades básicas para un correcto progreso tanto a nivel educativo como personal, menos excepcionales serán luego aquellas que determinados alumnos y alumnas puedan presentar por distintas circunstancias específicas e individuales.


Es por ello que presento aquí lo que, a mi juicio, son una serie de necesidades fundamentales a contemplar por familias y docentes a la hora de velar por un desarrollo pleno e integral de nuestros discentes:

- Necesidad de sentirse querido y valorado: todos y todas deberíamos tomar conciencia ya de la importancia que tiene todo el ámbito afectivo en el bienestar de cualquier persona y en su capacidad de rendimiento. Sentir que somos importante y que se nos reconoce por lo que somos hará que nos sintamos mucho más implicados en nuestra tarea y que respondamos mejor ante las acciones que los adultos responsables de nosotros nos soliciten realizar. 

- Necesidad de crear un entorno acogedor y un clima de confianza y respeto mutuo: Cuidar nuestro lugar de trabajo es fundamental, al igual que las relaciones que en él se establecen. En este sentido es vital fomentar todo lo posible las habilidades sociales y la aceptación de unos y otros sin importar aquello que nos pueda diferenciar, hasta el punto de que el grupo-clase funcione como un equipo bien integrado. Esto no es siempre tarea fácil, pero es tarea nuestra trabajar por ello, siendo los primeros en tratar con respeto a nuestros alumnos y alumnas y hacerles entender que confiamos en ellos y en sus posibilidades, dejándoles siempre la puerta abierta por si alguno de ellos necesita de nuestra orientación o ayuda para una determinada duda o adversidad. Si les tratamos con respeto y dignidad, de manera justa y coherente, es muy probable que recibamos el mismo trato, ya que el respeto no se impone, sino que se gana.

- Necesidad de tener en cuenta los distintos estilos de aprendizaje y de buscar diferentes vías y metodologías que poner en marcha para asegurar la consecución de los aprendizajes previstos: No basta con decir "yo les explico todo, el problema es que no lo aprenden", porque eso significa que no hemos probado a afrontar nuestro trabajo poniendo en marcha otros mecanismos que nos faciliten la adquisición de aquello que queremos enseñar. En este sentido no existe ni panaceas ni recetas mágicas que aplicar al pie de la letra, sino que, de todo lo que conocemos y de lo que se utiliza a nuestro alrededor, debemos ver que cosas son aplicables en función de que grupos, que alumnos y que contenidos se vayan a trabajar, permitiendo que cada uno de ellos genere sus propias estrategias y fomentando el pensamiento divergente y la capacidad creativa y crítica que todos y todas poseemos y que a menudo no desarrollamos.

- Necesidad de relacionar los aprendizajes vistos en clase con la vida real, favoreciendo su aplicación práctica y su generalización: Cuando los aprendizajes se llenan de significatividad y adquieren importancia para nosotros en función de nuestras inquietudes, de nuestros intereses y de nuestro entorno, es mucho más fácil que se produzca un aprendizaje real de los mismos. Para ello es fundamental que conozcamos bien a nuestros discentes, sus intereses y los entornos donde se mueven, para ser capaces de conectar su mundo real con el mundo académico donde tenemos que trabajar.

- Necesidad de respetar los tiempos, de compensar dificultades y de ser flexibles en nuestra forma de proceder: Ni todas las personas aprenden igual de rápido, ni todas las personas tienen las mismas aptitudes. Siempre habrá materias que se nos den mejor y materias que se nos den peor. Saber adaptar y flexibilizar tanto los contenidos con nuestra manera de abordarlos según cada alumno y cada situación es importante para atender a la diversidad de alumnado que tenemos en nuestras aulas. 

- Necesidad de trabajar la autoestima y fomentar las habilidades sociales, aprendiendo a gestionar sus propias emociones: La escuela no es solamente un lugar para aprender contenidos curriculares, sino también un lugar para aprender a ser nosotros mismos y a interactuar correctamente con nuestros iguales. Es por ello que tenemos que fomentar actividades donde todos participen conjunta y activamente, y donde se ponga en marcha mecanismos de superación de dificultades, graduando las posibilidades de éxito y enfocando el error como parte natural del proceso de aprendizaje. Además, es también importante saber hablar de lo que sentimos y saber expresarlo ante los demás, siempre de la forma más asertiva posible y desarrollando su capacidad para empatizar.

- Necesidad de adaptar el proceso de evaluación a la forma de aprender y proceder: Porque de nada tiene sentido todo lo anterior si a la hora de realizar la evaluación no lo tenemos en cuenta. Además, debemos valorar todo el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos y saber apreciar los esfuerzos y los avances realizados por ellos, haciéndoles partícipes de su propia evaluación. 

En definitiva, todas estas necesidades aquí estamos exponiendo suelen ser aquellas que parece en mucho de los casos sólo reservadas para el alumnado con necesidades educativas especiales, cuando todo el conjunto del alumnado podría beneficiarse de ellas, incluyendo a nuestro alumnado concreto. 

Porque cuanto más tengamos en cuenta la diversidad de nuestro alumnado a grandes rasgos, menores serán las medidas específicas que debamos adoptar y mayor será la inclusión plena y real que logremos fomentar, y no sólo de cara a la escuela, sino de cara a la sociedad.


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