jueves, 5 de noviembre de 2015

Obsesión por la Evaluación

Supongo que vosotros también, al igual que yo, os habréis vistos sorprendidos por la reciente noticia de querer vincular el sueldo del cuerpo docente al logro de resultados. Este hecho es, en sí mismo, todo un despropósito, porque reduce y simplifica todo el proceso educativo hasta tal punto de creer que nuestro trabajo no es más que un binomio de estímulo-respuesta, sin tener en cuenta las numerosas variables que intervienen a lo largo de todo dicho proceso.

En primer lugar, vuelve a incidir en la inteligencia puramente academicista como la única valida en la escuela y en la vida, priorizando ante todo la capacidad de memorizar y olvidando el resto de inteligencias, facetas y planos que caracterizan y que componen nuestra esencia humana. En otras palabras, nos empobrece a nivel personal reduciendo nuestra valía únicamente a letras y a números, cuando somos un todo completo e integral.


En segundo lugar, no podemos entender la escuela como una fábrica de producción en cadena, pues en nuestro trabajo prima ante todo el factor humano. Por eso mismo, este tipo de propuestas no respeta para nada la diversidad existente en nuestra geografía y en nuestros centros, pues vuelve a establecer un listón único como objetivo a superar, sin importar la singularidades de cada zona concreta o de cada persona. ¿Qué pasará entonces cuando nos encontremos en un centro de difícil desempeño donde las prioridades se centrarán más en un plano actitudinal que en un plano curricular? ¿O que será del alumnado que presente alguna necesidad educativa y que precise de una adaptación? ¿Se respetarán este tipo de situaciones a la hora de medir dichos resultados?


En tercer lugar, la obsesión por obtener los mejores resultados fomentará muchísimo más la competitividad entre centros y entre compañeros, pues seguramente se seguirá extendiendo la mala costumbre de hacer rankings con los mejores y los peores colegios, y se hará todo lo posible por mantenerse en la parte alta de la lista, sin importar cuanto machaque innecesario reciba el alumnado o si se dejan de lado aprendizajes que, siendo necesarios para su formación y desarrollo, sabemos que las pruebas que se realicen no van a medir, y por tanto, pasan a estar en segundo lugar, tal y como está ocurriendo ahora con las humanidades o las artísticas.

Sabido es ya que en España existe una cultura de la evaluación muy viciada y arraigada, la cual nos lleva a que los aprendizajes que realizamos en el aula estén directamente enfocados a conseguir un buen resultado en la evaluación que vendrá posteriormente, en lugar de utilizar la evaluación como instrumento de recogida de información referente a todo el proceso educativo para que nos ayude a seguir orientando nuestro trabajo y el avance de nuestro alumnado. Así pues, con este tipo de medidas, será todavía más importante obtener un buen resultado que adquirir un buen bagaje de aprendizajes y de competencias.


En cuarto lugar, supone un gran retroceso para todas las innovaciones y todos los avances que se están llevando a cabo en materia de Educación y Pedagogía, la mayoría de ellos nacidos de las propias aulas y del saber colectivo que nos ofrecen hoy en día las Tecnologías de la Interacción y de la Comunicación, en un mundo cada vez más globalizado donde importa más el cooperar que el competir.

Si se impone este modelo planteado, se dejaría menos vía libre para que docentes implicados siguieran innovando en las aulas y poniendo en prácticas nuevas metodologías que les lleve a una mejora de los aprendizajes y del trabajo del aula, pues los modelos estandarizados de evaluación impondrían el ritmo ineludible de las clases.

Todo este hecho se agrava cuando, además, dicen que quieren observar si el docente realiza un buen trabajo en el aula mediante grabaciones de vídeo. En este sentido, yo me pregunto: ¿Quiénes son los que se van a encargar de evaluar si realizamos o no un buen trabajo? ¿Acaso son aquellos mismos que aprueban leyes educativas sin tener ni idea de la Educación y sin contar con la Comunidad Educativa?


Mucho me temo que todo esto supone un gran retroceso en materia educativa, pues parece probable que todo aquel que se salga de "lo tradicional" puede correr el riesgo de pagar las consecuencias, aunque sus metodologías y propuestas se demuestren útiles y eficaces.

Creo, en resumidas cuentas, que se está poniendo el punto de mira en la diana errónea, aunque no descarto del todo que se trate solamente de un error. Cierto es que llevamos viviendo desde hace algún tiempo una campaña de desprestigio generalizada a nuestra función docente, y esta noticia cae como un jarro de agua fría después de ver que cada vez salen más a la luz ejemplos prácticos de innovaciones que se realizan día a día en nuestras aulas, sobre todo a partir del hecho de que César Bona fuera nominado para estar entre los mejores maestros de todo el mundo.

La Educación en sí misma no puede ser entendida como un acto de control y sometimiento, sino como un proceso de desarrollo pleno del individuo a lo largo de toda la vida. Si realmente queremos una Educación de Calidad (palabra con la que tanto se les llena la boca y que tan poco vemos aplicada a la realidad) debemos poner el punto de mira en dos hechos fundamentales para asegurarnos de que tenemos en nuestras aulas sólo a los mejores docentes:

1) Revisar por completo la formación que reciben los futuros maestros y maestras en las universidades, dándole a esta un sentido más práctico y vinculado a la realidad, así como estando a la última en lo que a innovaciones educativas se refiere, y subiendo la nota de corte a la hora de acceder a la misma, para darle mayor prestigio que el de ser una carrera para "fracasados" o "gente que llega de rebote".

2) Buscar otras formas mucho más efectivas a la hora de seleccionar al profesorado que pasará a formar parte del Cuerpo Docente del Estado, pues considero que el actual sistema de oposición no llega a abarcar todo lo que se precisa para ser un buen maestro o una buena maestra, quedándose corto y desfasado.

Esto no es algo que defienda ahora a raíz de esta noticia. Yo mismo de hecho he sufrido, tanto directamente como a través de seres queridos, la ineptitud de muchos supuestos maestros y maestras, y el hecho que de exista gente así ocupando puestos docentes es algo que siempre he denunciado abiertamente. Sin embargo, no se trata de hacer pagar justos por pecadores, sino de prevenir que estos puestos de trabajo estén ocupados por personas que no siente el más mínimo aprecio por lo que implica su profesión.


Lo que nos tiene que quedar claro es que no todo el mundo vale para dedicarse a la enseñanza, y que nuestra profesión no es algo tan fácil y sencillo como muchos se empeñan en señalar. Si alguien quiere ser testigo de mi trabajo diario tiene la puerta de mi clase abierta, pues no tengo en el desarrollo de mi vocación nada que ocultar. Lo que no me apetece es que ni alumnado ni profesorado seamos controlados y censurados por gente que no entiende ni valora la Educación como tal.


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